Un turista sin cámara de fotos es... ¡algo inusual! Hace años estábamos un poquito más limitados por el tema de los carretes. Comprábamos varios de 24 o 36 fotos y seleccionábamos bien nuestro objetivo antes de disparar. Resultaba emocionante ir a recoger las copias impresas para ver cómo habían quedado. A veces nos llevábamos una grata sorpresa y otras... ¡una terrible decepción por un carrete velado!
Ahora hacemos fotos con el móvil, la cámara, la tablet... disparamos, compartimos por mail, Instagram, en Facebook, Twitter... tenemos muchísimas posibilidades con un solo clic y todo pasa muy deprisa. Aún así, hay mucha gente que disfruta recopilando las fotos de un viaje, de nuestros compañeros de grupo, amigos, otros turistas e incluso del fotógrafo oficial de algún monumento u atracción. A veces cuesta decir que no por aquello de que no sabemos si vamos a volver...
Y precisamente eso fue lo que me pasó la primera vez que viajé a Argentina. No sabía si tendría la ocasión de volver. Ahora pienso con una sonrisa en aquel primer viaje y los que le siguieron...
Argentina es un hermoso país, en las dos acepciones de la palabra. Hermoso por grandioso y hermoso por la belleza de sus paisajes. Como europeos, creo que lo que más nos llama la atención son los paisajes vírgenes, en enormes extensiones y la gran diversidad. Pasar del frío e inhóspito invierno de Ushuaia, la ciudad más austral del mundo, al clima subtropical de las cataratas de Iguázú en algo más de 4 horas de vuelo (unos 3.500 kilómetros).